Unos meses tras haber entrado a trabajar en E.B., yo me sentía a como el pez en el agua. Por primera vez, veía la ocasión de utilizar los“talentos”-inútiles para un ayudante de contable de la “Lejía Guerrero”- que me distinguían: redactaba, hacia bocetos de portadas que otros tenían que realizar, traducía del francés y bastante del inglés; en casa, hacía guiones de ”cómics” que cobraba aparte.
La gente sencilla de la Editorial me encontraba “genial”, cosa que –en mi ignorancia de muchas cosas- me parecía perfectamente justa.
Tenía la aprobación de Rafael González que, sin necesidad de que me lo dijera, yo veía contento de haber encontrado un colaborador eficaz y dócil. Si tengo que decir la verdad, no me había encontrado nunca tan bien en ninguna parte.
Y a pesar de que los descontentos decían que la Editorial era “la casa del estrangula-pobres” (y que era cierto que a un ilustrador le tuve que dejar con la palabra en la boca y colgarle el teléfono, por las cosas que él gritando, indignado, decía del Director) yo me ganaba muy bien la vida… en comparación a como me la ganaba antes.
Y sobre todo me sentía lo que se dice “the right man in the right place”.
En el paseo de Gracia teníamos horas de entrada…pero no de salida. Trabajabámos como leones, por así decirlo.
En el paseo de Gracia teníamos horas de entrada…pero no de salida. Trabajabámos como leones, por así decirlo.
Rafael González era un hombre apasionado por su trabajo de redactor en jefe. Admiraba al Director (“En cualquier empresa ocuparía en seguida el primer puesto”) y no se ocultaba de ello.
Todas las publicaciones de la casa pasaban por sus manos. Era un gran creador de revistas, de personajes de aventuras, sentimentales o humorísticas…
Tenía un sentido del humor que todavía hacía más notable su aspecto más bien apagado. Nadie al verle, y al tratarle superficialmente, podía imaginarse como le emocionaban las viejas películas sentimentales de los buenos años de Hollywood…
Las historias de pequeñas dependientas de grandes almacenes, que terminaban casándose con el dueño, por ejemplo. Si no había más remedio de que alguien, en la Editorial, se quedara sin trabajo, siempre procuraba que fuera alguien que no tuviera esposa e hijos. Como no siempre podía ser justo, habrá sido un hombre poco comprendido y poco querido.
Tenía la manía de los medicamentos y todos los “creadores” que se sentían cortos de ideas acababan, tarde o temprano, tomando alguna de las vitaminas que recetaba amablemente para el “cerebelo mental”, como decía con ironía. Para el “Pulgarcito”, se había inventado un léxico especial que, en un momento dado, se encontró en el habla cotidiana de una gran cantidad de gente, de Barcelona. Yo, además de descubrir “ipso facto” –como decía también a menudo- su manía de que, quieras que no, quería casar a sus colaboradores solteros con la primera buena chica que pasara. Descubrí otras cosas sobre él: había pertenecido al Partido Socialista, había sido reporter en “La Vanguardia” (él me dio a conocer el famoso libro de Puig i Ferreter, uno de los primeros textos en catalán que leí en unos tiempos en que no abundaban) había estado exiliado.
Al volver a España, le detuvieron y tuvo que pasar por el siniestro “Tribunal de la Masonería y del Comunismo”. Hizo más tarde alguna “resistencia” y sufrió las persecuciones y humillaciones del caso.
Ahora estaba plenamente dedicado a rehacer su vida y la de su familia, plenamente librado a un trabajo que dominaba, porque estaba muy por debajo de sus verdaderas capacidades: uno de tantos hombres de calidad que el franquismo partió por la mitad.
Ahora estaba plenamente dedicado a rehacer su vida y la de su familia, plenamente librado a un trabajo que dominaba, porque estaba muy por debajo de sus verdaderas capacidades: uno de tantos hombres de calidad que el franquismo partió por la mitad.
No era el único anti-franquista de la casa. Había en aquella redacción modesta del paseo de Gracia,donde nos pasábamos el día encerrados y encogidos, otros “rojos separatistas” terribles como el inolvidable Josep-Maria Lladó Figueras, ex director de “L’Humanitat”, también ex-exiliado y, más tarde, secretario del Director.
Lladó escribía cartas a velocidades vertiginosas sin dejar de hablar con quien fuese de todo y de nada, y fumaba unos puros pestilentes (a veces, los “reforzaba” con papel de copia mojado con pasta blanca “Pelikan”) que iban dejando ceniza por todas partes. Escribía poesías humoristicas y era el auténtico maestro del “calembour” francés aplicado a las lenguas hispánicas. Todo el mundo se reía con él y se le quería por ser incapaz de maldad alguna, y también –cosa que suele encantar y tranquilizar a la gente- porque se reía de si mismo cuando, pequeño de talla y bromista como era, decía que en su necrológica pondrían: “…y el cadaverito fue conducido a su última humorada”.
Había en la redacción otros “rojos” peligrosos como Francisco González Ledesma que, a los 23 años, había ganado el “Premio Internacional de Novela”, convocado por el editor Janés.
Hubo una gran cena a la que incluso asistió Somerset Maugham que, dicen, decepcionó mucho al personal porque parece ser que se pasó el tiempo pendiente del menú, y diciendo solo monosílabos: un perfecto comportamiento de escritor que ha triunfado.
La brillante carrera literaria que se abría ante Francisco González Ledesma, la echó a perder el llamado “Ministerio de Información y Turismo”, donde algún imbécil fascista decretó que “Sombras viejas”, su novela , era “una novela donde todos los protagonistas son rojos”.
Más tarde, a consecuencia de una carta dirigida a un amigo, donde se decía algo poco amable para el régimen –carta que fue, claro está, interceptada por la Censura- González Ledesma se vio obligado a dejar su trabajo y a… ¡volver a hacer unos meses de servicio militar!.
Por los talleres de la Editorial parece que todavía se arrastraban “rojos” más terribles… Sobre todo anarquistas, parece ser.
En resumen, con la anuencia del Director que, él, la única cosa que pedía, era que en el trabajo la gente se entregara con fuerza.
Pero que no sirva esto último para quitarle el mérito que tiene: en aquella época, y de cara a los antecedentes políticos de la gente, muchos empresarios tuvieron una actitud repugnante, lo sabe todo el mundo.
Durante la época del Paseo de Gracia, teníamos horas de entrada… ¡pero
nunca de salida!.
Durante la época del Paseo de Gracia, teníamos horas de entrada… ¡pero
nunca de salida!.
Íbamos a trabajar hasta muchos días de fiesta (en Semana Santa, por ejemplo, cuando todo se cerraba en Barcelona menos los burdeles).
Por la redacción, desfilaba de todo, sobre todo dibujantes: Cifré (“El reporter Tribulete”); mi buen amigo Miquel Bernet “Jorge” (”Doña Urraca”); Peñarroya (“Don Pio”); el legendario Vázquez (”Las hermanas Gilda”) dibujante genial, siempre perseguido por sus acreedores; Escobar (“Carpanta”) otro represaliado por el régimen, por haber dibujado en revistas satíricas, antes de la guerra; Conti, que hacía caricaturas anti-comunistas en “La Prensa” y era una de las personas más buenas y bien educadas que he conocido…
De vez en cuando, venía a visitarnos un antiguo compañero de promoción de R.González: Lluís Marsillach, padre del “famoso” actor de teatro, cine y televisión, el mismo Marsillach que el lamentable Felipe Acedo Colunga, gobernador civil (por civilizar) de Barcelona humilló públicamente, con motivo de las “viviendas del Congreso”, que el periodista había estigmatizado en un artículo titulado “Las casitas de papel”.
Mientras Lladó se hacía uno de sus insoportables puros, Marsillach discutía de la existencia de Dios con R.González, que paraba unos momentos la “trepidancia”, como llamaba en broma al ritmo de su trabajo. Marsillach era católico practicante. González se proclamaba agnóstico. Yo estaba demasiado poco calificado para meter baza, pero me sentía muy superior a ambos, gracias al poco tiempo que llevaba de marxista clandestino y a la insensata seguridad de la poca edad. “Pero, ¿todavía no se han dado cuenta de que no existe?” González toleraba a Marsillach si bien se notaba que le echaba en cara –muy delicada mente por pura amistad- el haber continuado siendo periodista bajo Franco.
Mientras Lladó se hacía uno de sus insoportables puros, Marsillach discutía de la existencia de Dios con R.González, que paraba unos momentos la “trepidancia”, como llamaba en broma al ritmo de su trabajo. Marsillach era católico practicante. González se proclamaba agnóstico. Yo estaba demasiado poco calificado para meter baza, pero me sentía muy superior a ambos, gracias al poco tiempo que llevaba de marxista clandestino y a la insensata seguridad de la poca edad. “Pero, ¿todavía no se han dado cuenta de que no existe?” González toleraba a Marsillach si bien se notaba que le echaba en cara –muy delicada mente por pura amistad- el haber continuado siendo periodista bajo Franco.
Miraba a otros compañeros de promoción con el asco reservado a los “colaboracionistas”.
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VICTOR MORA (Continuará)
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VICTOR MORA (Continuará)
5 comentarios:
Estimado creador de sueños.
Jamás pensé que tendría la ocasión de dirigirme a quien más colaboró para convertir en placer, las horas y horas que durante mi infancia dediqué a la lectura de sus tebeos.
Apreciado Víctor, solo agradecérselo, y decirle que sigo disfrutando en la actualidad de sus creaciones, tanto de sus tebeos - medio tan amado por mí - como de sus novelas.
Saludos desde la base.
Gracias por todos los buenos ratos que me has hecho pasar con tus historias. El capitán Trueno es tu obra más reconocida pero tengo muy presentes aquellas breves historietas en los primeros números de Zona 84. Ciencia ficción con compromiso social y ecológico.
Formidable continuación de la novela. Don Víctor: leerle siempre es un placer.
Un saludote.
Estimado D. Víctor:
No sabe la ilusión que me ha hecho descubrir su blog. Soy un enorme admirador de sus personajes Capitán Trueno, Jabato y Corsario de Hierro desde hace muchos años (tengo 40). Hace ya algunos años que le "persigo" por la red o en ferias de cómics para hacerle dos preguntas. Le quedaría muy agradecido si me las contestase: 1) ¿El personaje de Muviro, de una de las primeras historias del CT, está inspirado en Franco? 2) ¿Qué le parecería el actor Clive Owen como Capitán Trueno? Cuando vi la película Rey Arturo me dije: pero si es el Capitán Trueno.
Muchas gracias por hacernos soñar
Hola Sr. Victor Mora,soy la hija del dibujante Jaume Rumeu,lo recuerda?
un saludo.
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