Habían pasado cuatro años.
Férreamente conducido por el Director, impulsada por todos, la Editorial había ido creciendo. Ahora se editaban muchas más cosas: desde cromos de “Sissi Emperatriz”, hasta ”best-sellers” tipo “No serás un extraño” (con cubierta copiada de una foto de la película, por imperativos comerciales). El “Departamento de revistas” seguía siendo fundamental. En aquellos días, se publicaba un cuaderno de aventuras, “El Cachorro”, que escribía y dibujaba Iranzo (el de “La familia Pepe”). De parte del Director, R.González me pidió que estudiase un nuevo personaje de aventuras:“Si consigue la tirada del “Cachorro”, estaremos satisfechos”, me dijo. ”Así que tome vitaminas para el “cerebelo mental”, Mora”. Desde hacía tiempo, yo tenía ganas de crear un personaje de “caballero andante” que viviera en la Edad Media. Las aventuras de “Prince Valiant”, de Hal Foster, un “comic” extraordinario que yo descubrí, exiliado con mis padres en Francia, cuando tenía ocho años, me había impresionado muchísimo.
“Prince Valiant” era un caballero de la Tabla Redonda –la del rey Arthur y su mítico Camelot- y luchaba siempre a favor de los “débiles” y los “oprimidos” (como decía el propio Foster). (Una de las repercusiones más fatales que tuvo para el niño que yo era la ocupación de Francia por los nazis, fue que se suprimieron, entre otras, las aventuras de “Prince Valiant”…) Aquella lectura me había impresionado muchísimo, como decía, y me marcó profundamente.
“PrinceValiant” no solo es responsable –con el Capitán Nemo y Miguel Strogoff…- de una parte de mis primeras emociones estéticas, sino también de que me haya comprometido muchas veces a hacer cosas que no he podido llevar a término satisfactoriamente -o no, como yo habría querido- porque sólo las habrían podido realizar estos héroes férreos que actuaron en mí, como modelos de comportamiento éticos, de la misma manera que han actuado, en otras personas, héroes y santos de procedencias muy diferentes. Así pues, al proponerme aquello R. González , escribí tres o cuatro páginas donde quedaba “retratado”, con ruidoso nombre y todo, “El Capitán Trueno”y aquel proyecto mío fue sometido tal cual al Director, que lo aceptó sin rectificación alguna. El dibujante valenciano Miquel Ambrosio Zaragoza “Ambrós”, antiguo maestro nacional y uno de los mejores dibujantes de este país, creó gráficamente los personajes y, seguidamente, se puso a ilustrar el primer guión que yo, mientras tanto, había escrito y firmado con el seudónimo de Víctor Alcazar. (Entre otros motivos, tenía el de ser tan ignorante que todavía creía que los “comics” eran sub-cultura, y reservaba el de “Víctor Mora” para más nobles empresas…
Tal vez novelas –género respetable y respetado- que tal vez nunca tendría la calidad de un “comic” – género que hace arrugar tantas narices elitistas- como “Prince Valiant”). Aquel primer guión y todos los que siguieron fueron siempre escritos por mí en casa, fuera de horas de trabajo cubiertas por mi sueldo y me los pagaron, pues, independientemente.
Ya a partir de los primeros cuadernos, El Capitán Trueno, hundió todos los “techos”, superando ampliamente las cifras de venta de El Cachorro y de cualquier otra publicación Pero de este éxito, que hacía ganar mucho dinero a la Editorial, yo no participaba como creía merecer. Apenas si obtuve, con el tiempo,algún pequeño aumento, por el precio a-tanto-la-pieza que me pagaban. Sin duda, en otras circunstancias, yo habría exigido que se diera un porcentaje sobre aquello que se vendía. Pero hablar en aquellos tiempos en la Editorial, y en otras editoriales del país, de algo parecido a “porcentajes”, “contratos”, “royalties”, etc.etc., habría sido digamos absolutamente “subversivo”. Cuando alguien hablaba de “derechos de autor” en E.B. le tapaban la boca explicándole –delicado sofisma- que aquello de los derechos de autor era algo poco me-
nos que irracional, por qué, a ver: ¿Verdad que cuando un carpintero vende la mesa que ha hecho, se le da una cantidad y santas pascuas? Pues con las cosas que se escriben era preciso que pasara lo mismo. Si el interlocutor “irracional” era una persona de sentimientos democráticos, se le hacía ver, de pasada lo poco demócrata era al considerarse mejor que un carpintero.
Además, aquellos días, yo acababa de contraer graves compromisos políticos –había encontrado el ya mencionado ”nivel de la acción política clandestina”- y aceptaba lo que viniera, porque no me atrevía a abrir un “segundo frente” en mi vida. Tengo que decir que a partir de aquel éxito de Ambrós y mío, se hizo en la editorial , por parte de la Dirección, como una especie de clima enrarecido. Parecía que de repente les molestara, no el hecho de ganar mucho dinero con El Capitán Trueno, claro, ¡sino el hecho de “deber” su éxito a alguien, los autores! “¡Todo estaría perfecto –me decía yo- si yo muriera y ellos continuaran recibiendo, por correo, guiones del Capitán Trueno desde el otro barrio!” Aquella actitud de la empresa, inexplicable para el joven ingenuo que yo era, de indiferencia, y como de resentimiento porque alguien que no era el Director había tenido la idea de El Capitán Trueno, llegó hasta tal punto de que un día me encontré en el despacho del Director teniéndole que recordar que aquel personaje lo había creado literariamente yo –nombre comprendido- de arriba abajo, y que, como demostración, tenía la copia de la proposición –el “comunicado”- que había hecho por escrito a la dirección… El Director me dijo: “¿Quiere usted decir que no se equivoca?”. “¡No me equivoco!”, respondí secamente. “Pues ya lo comprobaré”, prometió. Y días después, como de pasada, me dijo: “A propósito, Mora, aquello que me dijo el otro día, era cierto. Buenas tardes.”
Recuerdo que me quedé estúpidamente satisfecho al ver confirmado, por una persona tan principal, aquello que yo sabía perfectísimamente. Y que perfectísimamente sabía todo el mundo en la Editorial.
Víctor Mora
(Contnuará)
Férreamente conducido por el Director, impulsada por todos, la Editorial había ido creciendo. Ahora se editaban muchas más cosas: desde cromos de “Sissi Emperatriz”, hasta ”best-sellers” tipo “No serás un extraño” (con cubierta copiada de una foto de la película, por imperativos comerciales). El “Departamento de revistas” seguía siendo fundamental. En aquellos días, se publicaba un cuaderno de aventuras, “El Cachorro”, que escribía y dibujaba Iranzo (el de “La familia Pepe”). De parte del Director, R.González me pidió que estudiase un nuevo personaje de aventuras:“Si consigue la tirada del “Cachorro”, estaremos satisfechos”, me dijo. ”Así que tome vitaminas para el “cerebelo mental”, Mora”. Desde hacía tiempo, yo tenía ganas de crear un personaje de “caballero andante” que viviera en la Edad Media. Las aventuras de “Prince Valiant”, de Hal Foster, un “comic” extraordinario que yo descubrí, exiliado con mis padres en Francia, cuando tenía ocho años, me había impresionado muchísimo.
“Prince Valiant” era un caballero de la Tabla Redonda –la del rey Arthur y su mítico Camelot- y luchaba siempre a favor de los “débiles” y los “oprimidos” (como decía el propio Foster). (Una de las repercusiones más fatales que tuvo para el niño que yo era la ocupación de Francia por los nazis, fue que se suprimieron, entre otras, las aventuras de “Prince Valiant”…) Aquella lectura me había impresionado muchísimo, como decía, y me marcó profundamente.
“PrinceValiant” no solo es responsable –con el Capitán Nemo y Miguel Strogoff…- de una parte de mis primeras emociones estéticas, sino también de que me haya comprometido muchas veces a hacer cosas que no he podido llevar a término satisfactoriamente -o no, como yo habría querido- porque sólo las habrían podido realizar estos héroes férreos que actuaron en mí, como modelos de comportamiento éticos, de la misma manera que han actuado, en otras personas, héroes y santos de procedencias muy diferentes. Así pues, al proponerme aquello R. González , escribí tres o cuatro páginas donde quedaba “retratado”, con ruidoso nombre y todo, “El Capitán Trueno”y aquel proyecto mío fue sometido tal cual al Director, que lo aceptó sin rectificación alguna. El dibujante valenciano Miquel Ambrosio Zaragoza “Ambrós”, antiguo maestro nacional y uno de los mejores dibujantes de este país, creó gráficamente los personajes y, seguidamente, se puso a ilustrar el primer guión que yo, mientras tanto, había escrito y firmado con el seudónimo de Víctor Alcazar. (Entre otros motivos, tenía el de ser tan ignorante que todavía creía que los “comics” eran sub-cultura, y reservaba el de “Víctor Mora” para más nobles empresas…
Tal vez novelas –género respetable y respetado- que tal vez nunca tendría la calidad de un “comic” – género que hace arrugar tantas narices elitistas- como “Prince Valiant”). Aquel primer guión y todos los que siguieron fueron siempre escritos por mí en casa, fuera de horas de trabajo cubiertas por mi sueldo y me los pagaron, pues, independientemente.
Ya a partir de los primeros cuadernos, El Capitán Trueno, hundió todos los “techos”, superando ampliamente las cifras de venta de El Cachorro y de cualquier otra publicación Pero de este éxito, que hacía ganar mucho dinero a la Editorial, yo no participaba como creía merecer. Apenas si obtuve, con el tiempo,algún pequeño aumento, por el precio a-tanto-la-pieza que me pagaban. Sin duda, en otras circunstancias, yo habría exigido que se diera un porcentaje sobre aquello que se vendía. Pero hablar en aquellos tiempos en la Editorial, y en otras editoriales del país, de algo parecido a “porcentajes”, “contratos”, “royalties”, etc.etc., habría sido digamos absolutamente “subversivo”. Cuando alguien hablaba de “derechos de autor” en E.B. le tapaban la boca explicándole –delicado sofisma- que aquello de los derechos de autor era algo poco me-
nos que irracional, por qué, a ver: ¿Verdad que cuando un carpintero vende la mesa que ha hecho, se le da una cantidad y santas pascuas? Pues con las cosas que se escriben era preciso que pasara lo mismo. Si el interlocutor “irracional” era una persona de sentimientos democráticos, se le hacía ver, de pasada lo poco demócrata era al considerarse mejor que un carpintero.
Además, aquellos días, yo acababa de contraer graves compromisos políticos –había encontrado el ya mencionado ”nivel de la acción política clandestina”- y aceptaba lo que viniera, porque no me atrevía a abrir un “segundo frente” en mi vida. Tengo que decir que a partir de aquel éxito de Ambrós y mío, se hizo en la editorial , por parte de la Dirección, como una especie de clima enrarecido. Parecía que de repente les molestara, no el hecho de ganar mucho dinero con El Capitán Trueno, claro, ¡sino el hecho de “deber” su éxito a alguien, los autores! “¡Todo estaría perfecto –me decía yo- si yo muriera y ellos continuaran recibiendo, por correo, guiones del Capitán Trueno desde el otro barrio!” Aquella actitud de la empresa, inexplicable para el joven ingenuo que yo era, de indiferencia, y como de resentimiento porque alguien que no era el Director había tenido la idea de El Capitán Trueno, llegó hasta tal punto de que un día me encontré en el despacho del Director teniéndole que recordar que aquel personaje lo había creado literariamente yo –nombre comprendido- de arriba abajo, y que, como demostración, tenía la copia de la proposición –el “comunicado”- que había hecho por escrito a la dirección… El Director me dijo: “¿Quiere usted decir que no se equivoca?”. “¡No me equivoco!”, respondí secamente. “Pues ya lo comprobaré”, prometió. Y días después, como de pasada, me dijo: “A propósito, Mora, aquello que me dijo el otro día, era cierto. Buenas tardes.”
Recuerdo que me quedé estúpidamente satisfecho al ver confirmado, por una persona tan principal, aquello que yo sabía perfectísimamente. Y que perfectísimamente sabía todo el mundo en la Editorial.
Víctor Mora
(Contnuará)
3 comentarios:
Em dic Carles i som de Mallorca. He trobat aquest blog avui mateix i no he pogut estar-me de escriure-li unes paraules d'agraïment per tots els moments inoblidables que vaig passar llegint les aventures de El Capitán Trueno, El Jabato i El Corsario de Hierro. Vaig començar a col·leccionar Trueno Color a començaments del 1970, un parell de mesos abans de fer els quatre anys, i vaig ser-hi fidel fins a la reedició d'Ediciones B de 1987. Moltes gràcies novament. Salutacions cordials.
Si me permite la expresión: ¡ole sus huevos, Sr. Mora! ojalá yo hubiera sido así en mis primeros años de carrera profesional (no soy ni guionista ni dibujante). Se nota que el espíritu de Trueno estaba dentro de usted ya en los comienzos...
Buenos días Sr. Mora,
Pronto tendré 50 años, pero mi pasión por EL Capitán trueno y El Jabato permanece intacta. Desde hace dos años escribo relatos cortos de diferentes géneros. Me gustaría dedicar uno de mis relatos a una historia muy peculiar, una aventura que una a El Capitán trueno y a El Jabato en una misma misión. Por supuesto tendré que ingeniármelas para hacerles coincidir en la misma época, pero creo que ese problema se puede salvar con un poco de imaginación. Pero no puedo escribir este relato si usted no me concede su permiso para hacerlo.
Este es mi e-mail: juanjo.conejo@yahoo.es
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