lunes, 5 de julio de 2010

Textos diversos en 2010 (julio)

En lo que escribí hace tiempo sobre Stalin, no le hacía justicia.
Y esto hasta él -gran personaje histórico terrorífico, como ha habido siempre tantos...- no se lo merece.
Hoy día, al hablar de la Segunda Guerra Mundial, hay quienes no saben, u olvidan, o fingen olvidar, por la cuenta que les tiene como capitalistas mendaces, que esta guerra espantosa, encendida por el capitalismo alemán en su fase fascista más abyecta, se ganó gracias al sacrificio de muchos millones de rusos comunistas, voluntarios o a la fuerza, férreamente dirigidos por Stalin. Sí, sí, por el tiránico, Stalin. Gracias al cual, el supercapitalismo alemán (donde había nombres que, todavía, hoy, sí, resuenan en el honorable mundo capitalista) fue vencido.
Gracias al valioso libro de Isaac Deutscher, traducido del inglés al francés por Éditions Gallimard (en 1953) y que está ahora en mi posesión, me permitiré citar algunos textos.

"La complejidad del carácter de Stalin y de su papel y se hace más aparente si se establece una comparación entre él e Hitler. Sus parecidos son numerosos e incontestables. Cada uno había suprimido toda oposición sin piedad y sin escrúpulos. Cada uno había formado una máquina, la máquina de un Estado totalitario, y sometido a una presión constante y sin cesar. Cada uno intentó dar forma al espíritu de su nación según un esquema único, excluyendo toda influencia e inspiración indeseables. Cada uno hizo en suerte ser como el amo sin rival, gobernando su país, de acuerdo con un "Fuhrerprinzip¨ rígido. (1)"

"(1) Subsiste sin embargo una diferencia entre las versiones nazi y estalinista del "Fuhrerprinzip". Hitler ha sido venerado por sus discípulos como un semi-dios, sin la menor vacilación, porque la veneración del héroe le convenía demasiado a la mística racial. El culto a Stalin, a su vez, nunca se insertó de una manera clara en el realismo del marxismo-leninismo. Stalin no ha sido venerado como un héroe mítico, sino como el guardián de la doctrina, el garante de la revolución, el símbolo de la autoridad. Sus vacilaciones marxistas le habían obligado a confundir su autoridad personal con la autoridad colectiva del Politburo y del Comité Central."

"Aquí es donde cesan los parecidos y empiezan las diferencias. Hitler no hizo avanzar en ningún terreno a la nación alemana más allá del punto que había alcanzado antes de su advenimiento. En la mayoría de los terrenos la hizo retroceder , y hasta retroceder terriblemente. La Alemania de 1933 era, a despecho de la depresión y de las dificultades económicas un país rico y floreciente. Su industria era la más poderosa del continente y su seguridad social la más moderna que ninguna nación europea haya tenido.(...) La Alemania que Hitler dejó tras si estaba empobrecida y reducida al salvajismo."

Continuaré más adelante.

Esta imagen de una Alemania "empobrecida y reducida al salvajismo", me recuerda, con los distingos y diferencias de rigor necesarios, en la España actual semi-hundida (y en países europeos, y en la propia Norteamérica en parecida situación... Ni el excelente Barack Omaha, ha tenido que dejar de remangarse...) víctimas de las tonterías capitalistas de costumbre, que acaban siempre igual: todo para unos pocos, y nada para la mayoría.

Basta, basta, por hoy... Van a decir que exagero. Que no quiero ver de nuevo el capitalismo floreciente de siempre.

Víctor Mora

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